Hola,
Palestina se ha convertido en un símbolo de nuestra lucha como humanidad. Acabamos de llegar de nuestra misión 110 en Gaza, donde nos embarcamos en la ardua tarea de reabrir el corredor humanitario marítimo. Nuestro objetivo era claro: impedir que el hambre se usase como arma de guerra contra un pueblo que ya ha sufrido demasiado.
Han muerto más de 33.000 personas en esto que las grandes potencias dudan en llamar por su nombre: genocidio. Es desolador ser testigo de cómo se perfeccionan tecnologías de destrucción en un laboratorio distópico, donde cada innovación se mancha con la sangre de los inocentes.
Hemos vuelto de Gaza, un lugar donde el acto de matar se ha convertido en rutina, donde no solo se dispara a niños y se destruyen hospitales y escuelas, sino que también se asesina a aquellos que solo pretenden salvar vidas. La ayuda humanitaria y la verdad se convierten en objetivos; los periodistas y la prensa, en enemigos. Los que deberían ser protegidos en cualquier conflicto, los médicos y profesores, son ejecutados sin piedad.
Nosotros hemos regresado de la misión, pero nuestros siete compañeros de World Central Kitchen, Zomi, Issam, Damian, Jacob, Jim, John y James se han quedado en esa tierra desgarrada, convirtiéndose en parte del triste legado de un conflicto que parece no tener fin.
Las condolencias y las muestras de pesar de los gobiernos llegan rápidas, pero no así las acciones para detener la espiral de violencia. El mundo se mostró indignado por la pérdida de nuestros compañeros al saber la noticia; pero hoy un nuevo bombardeo ha sacudido Gaza, y la indignación parece desvanecerse con el amanecer.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que esto continúe? ¿Cuándo se levantará la sociedad global contra esta barbarie? ¿Cuántas vidas más deben perderse antes de que reaccionemos como humanidad?
Con un profundo pesar, nos vemos obligados a suspender este tan necesario corredor humanitario, pero la inseguridad y el alto riesgo hacen inviable nuestro trabajo. Nuestro objetivo ahora es recuperarnos de este shock emocional y buscar otras maneras de seguir ayudando.
Por eso te escribo no solo como parte de Open Arms, sino como un individuo que comparte el dolor y la esperanza de un futuro mejor. Tu apoyo ha sido vital en el pasado y es indispensable ahora más que nunca. No podemos mirar hacia otro lado. Este es el momento de unir nuestras voces en un grito que no pueda ser ignorado.
Te pido que sigas a nuestro lado, que no te rindas ante la adversidad y que sigas creyendo en nuestra causa. Juntos, debemos seguir luchando por un mundo donde la compasión y la justicia prevalezcan sobre la guerra y el odio.
Con gratitud y esperanza,
Oscar Camps
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